Salud laboral de las mujeres y medio ambiente

Carme Valls-Llobet

En la década de los ochenta se iniciaron las investigaciones en salud ocupacional, en las que se empezaron a valorar si algunos factores ambientales (ruido, frío, calor, sustancias químicas) tenían relación con las enfermedades que presentaban los trabajadores. Al principio se presentaron muchas resistencias porque la revelación de que son algunas malas condiciones de trabajo las que podían causar enfermedades no fue bien valorada por los empresarios que debían modificarlas. Pero las crecientes evidencias de que las condiciones ambientales en el lugar de trabajo, podrían producir problemas de salud, hizo surgir con fuerza, una nueva especialidad médica, la denominada salud ocupacional o salud laboral.

Pero de la misma forma que se ha descrito para la especialidad de cardiología, y dado que la mayoría de profesiones en las que se consideraba que existían riesgos, estaban ocupadas por hombres, los trabajos de investigación y valoración de exposición laboral a riesgos, sólo incluyeron a los representantes del sexo masculino en sus trabajos. Se consideró, en principio, sin ninguna base científica que era imposible que las mujeres sufrieran enfermedades relacionadas con las condiciones de trabajo, ya que habitualmente se dedicaban a profesiones con escaso riesgo, o a tareas «livianas», mientras que los hombres trabajando en la construcción, minería o funciones, estaban expuestos a riesgos muy importantes, como lo demostraban y demuestran el elevado índice de mortalidad en estas profesiones.

Sin embargo existen tres razones particulares por las que es necesario abordar la salud laboral de las mujeres de forma específica:

1ª El hecho de que la mayoría de mujeres trabajan en profesiones segregadas en función del sexo o vulgarmente dichas «feminizadas», casi siempre en el sector servicios, con trabajos peor pagados y con precariedad (Valls-Llobet 2006).[1]

2º No existen conocimientos específicos sobre los efectos en la salud de las mujeres de la exposición a riesgos laborales, incluso sobre la fisiología del embarazo y la mujer lactante.

3º Las mujeres, en general, soportan una doble carga, la del empleo y la de las responsabilidades domésticas y familiares.

Las manifestaciones más graves en el cuerpo humano de las condiciones ambientales en el trabajo son la aparición de diversos tipos de cáncer. Pero además, según diversas exposiciones laborales a sustancias químicas o a campos electromagnéticos se han observado efectos de disrupción endocrina, trastornos de la menstruación, alteraciones en la salud reproductiva y problemas de dolor crónico y de cansancio.

EL INCREMENTO DEL CÁNCER OCUPACIONAL ENTRE LAS MUJERES

Ha sido difícil evaluar el incremento en cáncer ocupacional en el sexo femenino, debido [a] la inexistencia de trabajos de investigación en este campo en que se incluyan mujeres, tal como demostramos que había ocurrido con los problemas cardiovasculares de las mujeres.

Una revisión de 1.233 trabajos epidemiológicos sobre cáncer ocupacional publicados entre 1971 y 1990 puso de manifiesto que sólo un 14% presentaban algún análisis de resultados con mujeres blancas y el 2% con mujeres de otras etnias (Zahm 2003).[2] Por esta razón los documentos que se presentaron en el primer Congreso de Baltimore sobre Salud de las Mujeres: Ocupación, Cáncer y Reproducción, fueron en su mayoría revisiones, y estudios deductivos más que estudios originales en que se estudiaran los problemas específicos de las mujeres en relación a sus trabajos.

La segunda conferencia de 1998 ya puso de manifiesto algunas relaciones causales que no habían sido relacionadas anteriormente: la exposición laboral y el incremento de cáncer de pulmón entre mujeres no fumadoras en Europa; el posible papel de los disolventes en la etiología del cáncer de mama y el cáncer de riñón; el incremento de melanomas; cáncer de vejiga urinaria entre las mujeres agricultoras en Italia; y el aumento de riesgo de cáncer de ovario, estómago y esófago entre mujeres expuestas al benceno, talco contaminado con asbesto, y otros productos en la industria de impresión en Rusia.

La conferencia del 2002 estrechó el cerco en las relaciones entre incremento de cáncer y ocupación. Se confirma la relación entre mujeres que presentan leucemia y la exposición a benceno, otros solventes, cloruro de vinilo, fármacos antineoplásicos, pesticidas, empleadas de industrias de proceso de alimentos, industria textil o de la confección. Se observa incremento de cáncer de pulmón entre las mujeres expuestas a asbesto o metales (como arsénico, cromo, níquel y mercurio), trabajadoras de manufacturas de vehículos a motor, servicios de comidas o cosmetología y peluquerías. El cáncer de vejiga urinaria se incrementa entre mujeres que trabajan en tintorerías, industria textil, de plásticos, de la piel, en la utilización de pinturas, limpieza en seco y trabajadoras de la asistencia sanitaria. Los tumores cerebrales son más frecuentes entre trabajadoras de peluquerías, asistencia sanitaria, industrias químicas, industrias de plásticos y manufacturas electrónicas y de computadores. Los trabajadores de laboratorios biomédicos de Israel seguidos de 1960 a 1997 (Shaham 2003)[3] presentan un incremento de cáncer de tiroides, de ovarios y de mama entre mujeres, y de próstata, melanoma y leucemia entre hombres. En las industrias de curtidos de Bielorrusia las mujeres presentan un incremento de cáncer de páncreas, de cuerpo y cérvix uterino, melanoma y cáncer de riñón (Veyalkin 2003).[4] Los embarazos entre médicas que trabajan en la especialidad de anestesia tienen más factores de riesgo con niños con bajo peso al nacer, índice más alto de mortalidad perinatal, e incremento de hijos con malformaciones congénitas del sistema cardiovascular.

Los estudios sólo entre hombres no son suficientes para describir los riesgos entre las mujeres ya que existen muchas diferencias relacionadas con la genética, el metabolismo y otros factores hormonales, relacionadas con los tipos de trabajos y las diferencias de distribución de tareas en una mismo trabajo, ya que no es lo mismo en el trabajo de jardinero/a transportar plantas en vehículo de tracción mecánica como hacen los hombres, o plantarlas una a una, con la consiguiente inhalación de pesticidas y contacto físico con ellos, relacionadas con el uso y eficacia del equipo protector suministrado ya que a las mujeres se les da un equipo con menor protección o no reciben ninguno, relacionadas con factores relacionados con las tareas que se desarrollan fuera del trabajo, o riesgos relacionados con el cáncer ginecológico o la salud reproductiva que no pueden ser estudiados entre hombres.

[…]

LAS CONDICIONES ERGONÓMICAS DE TRABAJO Y LOS PROBLEMAS MUSCULOESQUELÉTICOS

El síndrome del túnel carpiano muy frecuente entre en el sexo femenino, puede ser un ejemplo de las diferencias de exposición en las tareas de un mismo trabajo entre los dos sexos además de poner de manifiesto diferencias biológicas ya que este síndrome está relacionado también con problemas hormonales como la deficiencia de progesterona o la de función tiroidea. Los tres factores de riesgo se dan con más frecuencia entre mujeres que trabajan en cadenas de montaje manipulando piezas pequeñas, porque se ha dicho que tienen más habilidad en los pequeños gestos que los hombres aunque también les pagan menos, padecen cincuenta veces más que los hombres deficiencias de la función tiroidea y todas en algún momento de la vida pueden presentar deficiencia de progesterona.

Pero en casi todos los trabajos está implicada la ergonomía, y precisamente en los más feminizados no ha sido estudiada en profundidad. El grupo pionero en el estudio de los problemas ergonómicos en el trabajo es el de CINBIOSE en Canadá, dirigido por la profesora en biología Karen Messing. Ella ha desarrollado desde hace más de veinte años una metodología para observar la sobrecarga de los pequeños y grandes pesos, y también de todos los movimientos que se realizan en el lugar de trabajo, para establecer una relación de causalidad con los problemas de salud sobre todo los dolores de espalda, lumbares o cuello y hombros. Su libro «Lo invisible que hace daño» es ya un clásico en salud laboral y enseña a identificar las diferencias de trabajo en una misma ocupación según la división sexual que exista en la empresa.

En una empresa de jardinería por ejemplo no son iguales las condiciones de trabajo de hombres y mujeres, aunque su profesión esté catalogada bajo el mismo epígrafe. Los hombres transportan sacos y macetas con máquinas transportadoras, mientras que las mujeres de la empresa, realizan trabajo agachadas plantando las macetas en la tierra y tocando y oliendo los insecticidas que se han aplicado. En una empresa de pastelería, los hombres transportan los sacos de material a hombros o con máquinas, mientras que las mujeres están en cadenas de montaje, trasportando bandejas de pasteles de unos 400 grs [sic] cada cinco segundos de la cinta a un soporte. ¿Quién podrá indemnizarlas si tienen un problema en sus cervicales y cuello, cuando el peso es tan liviano? Al final del día han calculado que las mujeres han transportado una tonelada de peso en sus manos y sin embargo, si se produce una hernia discal cervical, no está contemplada una indemnización o compensación porque se cree que «tan poco peso» no puede provocar ningún problema de salud.

Otro grupo laboral estudiado por CINBIOSE ha sido el de las y los trabajadores de la enseñanza, porque presentaban gran número de patologías musculoesqueléticas y en cambio tenían condiciones de trabajo aparentemente livianas. Por ello realizaron estudios específicos entre los profesionales de enseñanza primaria y secundaria, constatando que en este trabajo se cumple lo que denominan «la hora de 120 minutos» porque cada profesional debe hacer multitareas durante sus hora [sic] de clase, controlando y nombrando cada alumno, al mismo tiempo que expresa su docencia, controla la temperatura y el ambiente y vigila la armonía de todos los alumnos y alumnas. Analizados los movimientos ergonómicos, las horas de pies y doblada, más de la mitad del tiempo de trabajo constituían un factor de riesgo para la zona lumbar y las extremidades inferiores.

CUANDO EL AMBIENTE CORTA LA RESPIRACIÓN

Una de las características de profesiones feminizadas como la de peluquera y la de trabajadoras de la limpieza, son los problemas respiratorios y de alergias en la piel que acostumbran a padecer. Las partículas en suspensión en el aire de peluquerías suecas, junto a los tintes y los aerosoles, generan una atmósfera a veces irrespirable para las personas que han de hacer dentro una jornada de más de 8 horas. Padecen más problemas de asma bronquial, bronquitis de repetición y dermatitis de contacto que el resto de profesiones y sin embargo no se han identificado estos problemas como enfermedad profesional y por lo tanto no se compensan cuando los padecen las profesionales.

Por otra parte un estudio realizado [por] la Dra. Mercedes Medina del Instituto Municipal de Investigación Médica dirigido por el Dr. Jose Mª Antó, ha demostrado en la prestigiosa revista THORAX, el incremento de asma entre las mujeres de limpieza, que realizaban este trabajo profesionalmente todo el día o por horas en otras casas, además de realizar el trabajo doméstico. Un prevalencia [sic] de asmáticas de un 20% entre la población que realiza trabajos de limpieza y el factor más usado era la lejía además de otros disolventes y desengrasantes. Existen pocas guías de prevención para la salud de estas profesionales que además son una profesión claramente feminizada. Creemos que hasta la fecha los problemas de salud de estas profesiones han permanecido invisibles, porque no se han realizado estudios específicos, por lo que en el futuro se deberá hacer un esfuerzo suplementario en la identificación de riesgos y en las tareas de prevención.

LA SALUD REPRODUCTIVA EN PELIGRO. EL INCREMENTO DE LAS MALFORMACIONES CONGÉNITAS

Entre las madres expuestas a insecticidas en su lugar de trabajo se han encontrado incrementos de prematuridad, bajo peso al nacer y niños con una disminución del perímetro craneal. Existe también incremento de malformaciones congénitas sobre todo de los genitales, con un aumento de epispadias, hipospadias y testículos en ascensor, porque su tamaño es más reducido.

La salud reproductiva (Crain, 2008)[5] se ha visto afectada por el efecto de disrupción endocrina que se ha asociado a la aplicación de insecticidas, otros productos como los PCB, Dioxinas, Etilenglicol y Trihalometanos, y que alteran la longitud del ciclo menstrual y producen irregularidades. El Bisfenol A se ha asociado a la presencia de Ovario Poliquístico. Se ha descrito la asociación de xenoestrógenos y metales pesados con la presencia de trastornos del ciclo menstrual, y el incremento de endometriosis y miomas uterinos. El plomo y el mercurio pueden tener efectos antiestrogénicos, y el cadmio se ha podido asociar a un incremento de la endometriosis (Jackson 2008).[6] En las mujeres afectadas por la exposición a insecticidas y disolventes en el lugar de trabajo se presentan ya metrorragias y ciclos más cortos desde el mes posterior a la exposición. Además existe un incremento de la prematuridad y del bajo peso al nacer. Los niños y niñas nacidos de madres que han estado expuestas a insecticidas tienen una menor circunferencia cráneo encefálica y se ha asociado una disminución del índice de inteligencia en la vida adulta.

Si la exposición ha sido durante el embarazo en mujeres que trabajan en la agricultura o conviven en granjas o espacios donde se están aplicando insecticidas se ha comprobado un incremento de hipertensión durante el embarazo y de preemclampsia gravídica (Saldana 2009).[7]

[…]

[E]l incremento de la exposición laboral a insecticidas, disolventes y tóxicos ambientales que se produce en la sociedad industrial, y el hecho de que las personas afectadas reproduzcan sus síntomas en muy diversos lugares públicos, plantea un reto a la salud pública. ¿Estas exposiciones están en el origen de incremento de tumores y de enfermedades autoinmunes en población laboral sobre todo entre mujeres? ¿Están relacionadas con el incremento del dolor muscular generalizado, de la fibromialgia y de los casos de fatiga crónica?. [sic] La respuesta a estas preguntas requerirá ulteriores investigaciones.

Ecología política, núm. 40, 2010, pp. 79-85. En acceso abierto y reproducido con permiso de la revista.


  1. Valls-Llobet, Carme (2006). Mujeres invisibles. Editorial de Bolsillo.
  2. Zahm, S. H. et Blair, A. (2003). Occupational cancer among Women: Where Have Been and Where are We going? American journal of industrial medicine, 44(6), 565-75.
  3. Shaham, J., Gurvich, R. y Kneshet, Y. (2003). Cancer incidence among laboratory workers in biomedical research and routine laboratories in Israel: Part II-nested case-control study. Am J Ind Med. 44(6), 611-26.
  4. Veyalkin, I. V. y Milyutin, A. A. (2003). Proportionate cancer mortality among workers in the Belarussian tanning industry. American Journal of Industrial Medicine, 44(6), 637-642.
  5. Crain et al (2008). Endocrine-disrupting compounds and female reproduction. Fertility and Sterility. Vol 90 nº 4.
  6. Jackson L W, Zullo MD, Goldberg JM.(2008) The association between heavy metals, endometriosis and uterine myomas among premenstrual women: National Health and Nutrition Examination Survey 1999-2002. Human Reproduction Vol 23, nº 3 pp 679-687.
  7. Saldana, Tina, Basso Olga, Baird Donna, Hoppin Jane, Weinberg Clarece, Blair Aaron, Alavanja Michael, Sandler Dale. (2009) Pesticida Exposure and Hypertensive Disorders during pregnancy. Environmental Health Perspectivas. vol 117 nº 8 pp1393-6.

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