Mujeres de maíz (fragmento)

Guiomar Rovira

La aprobación de la ley [Revolucionaria de Mujeres del EZLN] según el subcomandante Marcos

El subcomandante Marcos sostiene que “la tradición más antigua de trabajo colectivo que no significa un beneficio personal viene de las mujeres. Esa experiencia colectiva les posibilitó entender más rápido por qué luchábamos. Así se entiende esa frialdad con que responden las campesinas: ‘Sí, somos zapatistas’, aun cerca de la zona de fuego y con los tanques encima”.

Para Marcos, el primer  levantamiento del EZLN [Ejército Zapatista de Liberación Nacional] tuvo lugar el 8 de marzo de 1993, día en que las mujeres exigieron la aprobación de sus leyes revolucionarias: “¡Híjole! Fue un desmadre. Ramona y Susana –las dos comandantes– pasaron a cada comunidad. A Ramona le tocó el lado tzotzil, que es más cerrado y donde las mujeres están más marginadas que las tzeltales, que son más abiertas. Una mujer tzotzil no habla con el hombre. Pero a Ramona le tocó hablar, organizó a las comunidades y nombró a las responsables de los comités de mujeres. Cuando se votó la guerra, ellas dijeron: ‘Bueno, vamos a ir a la guerra, pero vamos a hacer nuestras leyes. Hagamos nuestras leyes’. Y se fueron a las comunidades.

“Ese 8 de marzo de 1993 estábamos en los Altos en una reunión del Comité y era horrible, todas las mujeres estaban alborotadas y si eras hombre sentías que te iban a hacer algo.

“Cuando se empezó a leer las leyes de mujeres, todos empezaron a murmurar. Los tzeltales les decían a sus compañeros que no le informaran a nadie de lo que se discutía porque se iba a armar un desmadre.

“Después de que se hizo la traducción a las diferentes lenguas, se prendieron las mujeres, estaban todas enfrente de la mesa donde se hacía el recuento de cómo se votaron las leyes, y comenzaron a cantar cada una en su dialecto. Era una fiesta, pero por suerte a nadie se le ocurrió gritar ‘mueran los hombres’. Entonces yo dije que no estaba de acuerdo con la ley y ¡que me reclaman, estaban bravas!”

Mejor que en la entrevista anterior, Marcos describe cómo fue ese “primer levantamiento” en una carta dirigida al periodista Álvaro Cepeda Neri (La Jornada, 30 de enero de 1994).

“Susana, tzotzil, está enojada. Hace rato la burlaban porque dicen los demás del CCRI [Comité Clandestino Revolucionario Indígena], ella tuvo la culpa del primer alzamiento del EZLN en marzo de 1993. ‘Estoy brava’, me dice, Yo, mientras averiguo de qué se trata, me protejo tras de una roca. ‘Los compañeros dicen que por mi culpa se alzaron los zapatistas el año pasado.’ Yo me empiezo a acercar cauteloso. Después descubro de qué se trata: en marzo de 1993 los compañeros discutían lo que después serían las ‘Leyes Revolucionarias’. A Susana le tocó recorrer decenas de comunidades para hablar con los grupos de mujeres y sacar así, de sus pensamientos, la ‘Ley de Mujeres’. Cuando se reunió el CCRI a votar las leyes, fueron pasando una por una las comisiones de justicia, ley agraria, impuestos de guerra, derechos y obligaciones de los pueblos en lucha, y la de mujeres. A Susana le tocó leer las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres indígenas… empezó a leer y conforme avanzaba en la lectura, la asamblea del CCRI se notaba más y más inquieta. Se escuchaban rumores y comentarios. En chol, tzotzil, tzeltal, tojolabal, mam, zoque y ‘castilla’, los comentarios saltaban en un lado y otro. Susana no se arredró y siguió embistiendo contra todo y contra todos:

“‘Queremos que no nos obliguen a casarnos con el que no queremos. Queremos tener los hijos que queramos y podamos cuidar. Queremos derecho a tener cargo en la comunidad. Queremos derecho a decir nuestra palabra y que se respete. Queremos derecho a estudiar y hasta de ser choferes.’ Así siguió hasta que terminó. Al final dejó un silencio pesado. Las leyes de mujeres que acababa de leer Susana significaban para las comunidades indígenas una verdadera revolución. Los varones se miraban unos a otros, nerviosos, inquietos. De pronto, casi simultáneamente, las traductoras acabaron y, en un movimiento que se fue agregando, las compañeras responsables empezaron a aplaudir y hablar entre ellas. Ni qué decir que las leyes de mujeres fueron aprobadas por unanimidad.

“Algún responsable tzeltal comentó: ‘Lo bueno es que mi mujer no habla español, que si no…’ Una oficial insurgente, tzotzil y con grado de mayor de infantería, se le va encima: ‘Te chingaste porque lo vamos a traducir en todos los dialectos’. El compañero baja la mirada. Las responsables mujeres están cantando, los varones se rascan la cabeza.

“Yo, prudentemente, declaro un receso.

“Ésa es la historia que, según me dice Susana, salió cuando alguien del CCRI leyó una nota periodística que señalaba que la prueba de que el EZL no era auténticamente indígena es que no podía ser que los indígenas se hubieran puesto de acuerdo en iniciar su alzamiento el primero de enero. Alguno, en broma, dijo que no era el primer alzamiento, que el primero había sido en marzo de 1993. Bromearon a Susana y ésta se retiró con un contundente ‘váyanse a la chingada’ y algo más en tzotzil que nadie se atrevió a traducir. Ésa es la verdad: el primer alzamiento del EZLN fue en marzo de 1993 y lo encabezaron las mujeres zapatistas. No hubo bajas y ganaron. Cosas de estas tierras.”

La mayor tzotzil Ana María lo cuenta de otro modo: “Nosotras protestamos porque no había una ley de mujeres. Así nació, la hicimos y presentamos en la asamblea donde estamos todos, hombres y mujeres, representantes de los pueblos. Una compañera la leyó y nadie protestó, estuvieron de acuerdo, la votaron y no hubo problemas.

“Para redactarla iban algunas mujeres a las comunidades a platicar con las compañeras y a preguntarles cuál es su opinión y qué es lo que quieren o necesitan que aparezca en una ley. Se fueron juntando las opiniones de las mujeres de cada pueblo y entonces las que sabemos escribir lo escribimos”.

Para el subcomandante Marcos, esta ley es una verdadera revolución de las costumbres: “En diversos grados, la marginación de la mujer se da en todas las etnias, pero lo aprobado en las leyes de mujeres era prácticamente impensable en muchos lugares donde mandan a la cárcel a las parejas que no tienen permiso, o los amarran en una cancha de básquet hasta que pagan su pecado. Hay compraventa de la mujer, dan alimentos o alcohol a cambio de la muchacha; pero algunos huyen de  las comunidades por no poder pagar la cuenta”.

El jefe militar zapatista explica un caso ocurrido tras la aprobación de la ley: “Salieron dos muchachos y los agarraron en una comunidad y los llevaron presos. Ella se defendió y les dijo: ‘A mí nadie me puede detener, ustedes votaron esas leyes aquí, así que yo tengo derecho a elegir con quien me acuesto’. Se enfrentó con la asamblea de la comunidad y la tuvieron que soltar porque les reclamó que para qué ponían una ley que no iban a aplicar. Como también ahí está en juego la ley agraria, aceptaron porque pensaron que no se aplicaría lo de la indemnización en la guerra. A ella la soltaron porque era una delegada del Comité Clandestino Revolucionario Indígena y sabía que existía la ley, si no la hubieran amarrado”.

Un cambio profundo

Dejemos hablar a Maribel: “Antes de que llegara el EZLN, a las compañeras les pegaban, las obligaban a casar con alguien que no quieren, había mucha borrachera y eso les hacía también daño a las compañeras, porque tienen que estar llorando y cuidando que sus maridos no las macheteen…

“Cuando entramos nosotros empezó a haber una ley que prohíbe el alcohol, porque al mismo tiempo no se podía estar tomando trago para luego ir a publicar lo que uno sabe.

“Se acordó que así debería ser, porque los vicios malos traen problemas a la familia y a la comunidad. Esos cambios son lo que yo vi en las comunidades, ahora se siente más tranquilo”.

Pero los hombres de los pueblos indígenas tuvieron dificultades en asumir el nuevo rol de las mujeres, sus reivindicaciones, su participación. Maribel explica: “Los compañeros fueron viendo estos cambios en cuanto a la preparación política de las compañeras en las comunidades. Tuvieron problemas, pues ya la compañera podía defenderse: ‘yo voy a la reunión porque voy, porque así tenemos acuerdo con las demás mujeres’.

“Algunos hombres se molestaban: ‘tú qué, y qué vas a ir a hacer, las mujeres no pueden salir’. Ésa es la bronca que se enfrentaba en esos momentos. Pero ya después, con la misma participación de las compañeras en las asambleas, les decían a los compañeros que si no nos van a dar chance, pues para qué sirven las leyes revolucionarias.

“Ahora pues nosotras tenemos ese deber de participar en las asambleas y estar y discutir los problemas de la comunidad. Así pues, a esos compañeros, que eran pocos, ya los fueron dominando los demás compañeros y las mismas mujeres. Y se empezó ahora sí a cumplir de veras lo que es la ley revolucionaria. Sí lo extrañaron pues los hombres, porque ahora ya no pueden pegar con facilidad a las mujeres; tampoco nos pueden obligar a casar con alguien que el papá quiera en especial; si la mujer no lo quiere pues no lo quiere. La mujer ahora sí puede demandar al marido, decirle a la autoridad: ‘mira lo que está pasando y no quiero que pase, o él me está pegando…’ Pueden ellas hablar y denunciar. Y es así como a veces encarcelan a los hombres, a veces tienen que ir a trabajar como castigo de que jaló a una mujer así a fuerzas o la quiere violar o le pega mucho o no se entiende. Pero ya ese conflicto no queda entre familia, se resuelve de una manera buena con las autoridades.

“Eso antes no lo podía hacer una mujer; en cuanto ella se va a quejar, el marido más le pega, más se encabrona. Ahorita ya no, ella dice: ‘te vas a corregir, porque si no me voy’. Y la mujer se va.

“Ya si el hombre la quiere, la busca de nuevo y otra vez. Pero ya con ese sentimiento de que tiene que corregirse. Me ha tocado ver alguno de estos casos que así se ha resuelto.

“Porque la relación de pareja en las comunidades es muy dura. Con la separación ya no queda la mujer así sola, sino que queda con dos, tres hijos. Entonces se tienen que poner de acuerdo. ‘Si me vas a dejar, tú vas a cuidar a tantos y yo cuido a tantos.’ Pero eso ya lo ve toda la comunidad.

“Y se aprende a resolver los problemas de acuerdo a la ley revolucionaria. Así ya tienen una defensa pues las compañeras. Y esa defensa las hace ponerse duras a ellas, fuertes, que en ningún momento se dejan humillar por esas cosas.

“Y ha habido un cambio y para algunos compañeros es un poco difícil porque es una costumbre y es difícil quitarlo en dos, tres días: lleva meses y lleva años”.

Mujeres de maíz. Ediciones Era, 1997. Reproducido con permiso de la autora y la editorial.

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