Animales extraños

Silvia Useros

Las medusas siempre le habían parecido animales extraños. Se las imaginaba como sombras fantasmagóricas en el mar que acechan a sus víctimas. Seres esperando el momento propicio para abalanzarse tras una ola un poco más alta que la anterior.

En su casa se solía decir que la picadura de una medusa era muy dolorosa. Probablemente lo fuera, aunque a ella lo que realmente le daba miedo eran sus tentáculos.

Cuando era pequeña se las imaginaba con tentáculos monstruosos, con enormes aguijones punzantes llenos de veneno y le daba miedo bañarse en el mar.

Esa tarde, mientras paseaba por la playa, recordó las historias de las medusas que su hermano le contaba para meterle miedo en el cuerpo.

A última hora de la tarde ya apenas queda gente en la playa. El mar se torna tranquilo mientras el sol se pone sobre la arena tostada y los pies se sienten a gusto caminando descalzos. A lo lejos hay un niño que salta de un lado a otro y gesticula. Le grita algo a su padre.

Excitado rodea algo en la orilla y señala con el dedo. Coje un palo que se había quedado atrapado entre las algas de la marea y corre de un lado a otro hasta que lo clava en la arena. Se marcha corriendo detrás de su padre, que le grita enfadado para que se de prisa.

Las voces le llegan desde lejos, distorsionadas por el ruido del mar.

Curiosa, se acerca hasta donde el niño jugaba y ve una medusa en la orilla. Justo en el centro, está el palo que el niño ha clavado en la tierra. Así, la medusa no puede volver al mar y morirá en cuestión de unas horas.

Mientras quita el palo piensa que las medusas no son tan extrañas cómo pensaba. Los verdaderos animales extraños son ellos.

Tira el palo lejos y decide volver a casa.

Texto inédito.

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